lunes, diciembre 19, 2005

Mi peregrinaje

John Andrews


Los últimos meses me han resultado muy difíciles. En diciembre de 1995 volví de Boston y me inactivé. Era demasiado difícil seguir enfrentando a miembros y líderes insensibles. Boston había sido una experiencia liberadora, y ahora que volvía a uno de los baluartes del mormonismo, se hacía demasiado difícil enfrentar la Iglesia. Así que pasé una temporada en limbo, hasta que comencé a contemplar seriamente la posibilidad de quitar mi nombre de los registros de la Iglesia. Mi motivo principal era el de responder a las acciones recientes del Presidente Hinckley en Hawaii (Recientemente el Presidente Hinckley había iniciado una campaña furiosa en contra del proyecto de ley que habría legalizado en Hawaii el matrimonio entre personas del mismo sexo).
Empecé a explorar varias opciones, y hubo muchas que me interesaron: La congregación local de la Iglesia Unitaria Universalista, la Iglesia Comunitaria Metropolitana, y los Congregacionalistas. Sin embargo, como muchos otros mormones gays, sentí que no podía consagrarme a una institución o a una congregación que incluye creencias tan diferentes a las mías. Así que encontré otra opción: La Iglesia de Jesucristo de la Restauración, localizada principalmente en Lago Salado. Aunque no tienen una congregación en Reno, Lago Salado está a una distancia razonable que me permitiría asistir de vez en cuando, y para conferencias, etc. Así es que el fin de semana pasado empaqué mis cosas y realicé el viaje en auto, cruzando una interminable llanura de sal, hasta llegar a Lago Salado, para investigar la Iglesia de Jesucristo de la Restauración y asistir a su décima conferencia anual. Ahora bien, resultó que a la postre tomé una decisión sorprendente.
Había iniciado el viaje con toda la intención de abandonar la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y probablemente unirme a la Iglesia de Jesucristo de la Restauración. Sin embargo, durante la conferencia aprendí mucho acerca de mí mismo, mis metas, y mi fe. Llegué a la conclusión de que unirme a esta iglesia habría sido una “solución fácil”, y que no era lo que debía hacer. Volví a Nevada con una convicción renovada de que mi fe en el Evangelio restaurado (y aun en la Iglesia Mormona) era válida y valiosa.
Cuando reflexiono sobre mi crecimiento espiritual y la Iglesia, me acuerdo de un discurso que escuché en la sesión “Pilares de mi Fe” en el Simposio Noreste de Sunstone durante mi último semestre en la Universidad de Boston. El Obispo Chris Kimball (que no era mi obispo pero sí el de un barrio de solteros en Cambridge) habló acerca del poder de elegir y usar la lógica. Dijo que para él, el evangelio es simplemente lógico, de manera que él elige, día tras día, ser parte de la Iglesia. Contó anécdotas de lo que es crecer con un padre obispo y un abuelo apóstol (Spencer W. Kimball). Habló de coraje, determinación, y convicción.
En cuanto a mi peregrinaje en la vida, yo podría decir que he terminado en el mismo lugar donde había empezado. He vuelto a mi convicción original de que el amor de mi Padre Celestial y de mi Salvador son suficiente sostén en los momentos de prueba. He vuelto a mi testimonio original de Dios y de Sus Profetas (aun cuando ellos cometan errores humanos). He vuelto al sentimiento que me da más gozo que ninguna otra cosa en el mundo: el sentimiento de amor. Lo encuentro cuando dialogo con otros mormones gays. Me ayuda a sobrevivir y a crecer. Me ayuda a perseverar.
Recuerdo el día en que le conté mi historia a mi Presidente de Estaca, cómo él llegó a entender mejor que antes lo que significa ser gay. Recuerdo que abrió las escrituras y me leyó a MÍ (algo que todavía me cuesta entender) las palabras inmemoriales que se hallan registradas en la Sección 122 de Doctrina y Convenios. Son tan importantes para mí, que las incluyo en este mensaje:
“Los extremos de la tierra indagarán tu nombre, los necios se burlarán de ti y el infierno se encolerizará en tu contra; en tanto que los puros de corazón, los sabios, los nobles y los virtuosos buscarán consejo, autoridad y bendiciones de tu mano constantemente. El testimonio de traidores nunca volverá a tu pueblo en contra de ti. Y aunque su influencia te lance en dificultades y tras rejas y muros, se te estimará con honor; y de aquí a poco tu voz será más terrible entre tus enemigos que el león feroz, a causa de tu rectitud, y tu Dios te amparará para siempre jamás.”
“Si te es requerido pasar tribulaciones; si te encuentras en peligro entre ladrones; si peligras en tierra o mar; si se te acusa con todo género de acusaciones falsas; si te acometen tus enemigos; si te apartan del lado de tu padre y madre, hermanos y hermanas; si con la espada desenvainada tus enemigos te arrebatan del seno de tu esposa y de tu familia, y tu hijo mayor, que sólo tiene seis años de edad, se prende de tu ropa, diciendo: Padre mío, padre mío, ¿por qué no puedes quedarte con nosotros? Padre mío, ¿qué van a hacer contigo estos hombres?; y si entonces lo echan de tu lado a fuerza de espada, y te arrastran a la cárcel, y tus enemigos te rodean como lobos que buscan la sangre del cordero; si eres echado en el foso o en manos de homicidas, y eres condenado a muerte; si eres arrojado al abismo; si las bravas olas conspiran contra ti; si el viento huracanado se hace tu enemigo; si los cielos se ennegrecen y todos los elementos se combinan para obstruir la vía; y sobre todo, si las puertas mismas del infierno se abren de par en par para tragarte, entiende, hijo mío, que todas estas cosas te servirán de experiencia, y serán para tu bien.”
“El Hijo del Hombre ha descendido debajo de todo ello. ¿Eres tú mayor que él? Por tanto, persevera en tu camino, y el sacerdocio quedará contigo.; porque los límites de ellos están señalados, y no los pueden traspasar. Tus días son conocidos y tus años no serán acortados; no temas, pues, lo que pueda hacer el hombre, porque Dios estará contigo para siempre jamás.”
Tenemos que educar a nuestros líderes, a nuestros obispos y presidentes de estaca. El conocimiento de lo que significa ser gay no les va a caer milagrosamente del cielo; aun los Profetas y los Apóstoles, para comprender, necesitan oír las historias de aquellos que experimentan la vida de una manera diferente. Yo he decidido que esa es mi misión en la vida. Yo tengo que enseñarle a estos hombres, que son realmente llamados de Dios, acerca de MIS dificultades, MIS esperanzas y sueños, MI fe. No puedo ni debo suponer que ellos ya lo saben. Tengo que ayudarlos. Tengo que extender un brazo de amistad y de amor.
Debo erguirme con orgullo de ser un hombre gay, manifestarlo en todos mis dichos y acciones, y ayudar a los que me rodean, tanto dentro como fuera de la Iglesia, a comprender lo que esto significa. Sé que va a ser doloroso. Revelar el hecho de que soy gay en la Iglesia me va v traer bendiciones, pero no estoy seguro si las voy a notar cuando empiecen a excluirme y segregarme. Lo que sí sé es que, en el fondo, es una cuestión de fe. Y a pesar de todo lo que ha ocurrido en mi vida, todavía tengo fe de ver la mano de Dios en esta obra. Esa fe es benéfica, tangible y real.
Así que, como diría el Obispo Kimball, “hoy yo elijo”. No puedo garantizar que voy a elegir siempre igual. Pero hoy, no obstante el cielo y el infierno, con saber que estoy donde debo estar, me alcanza.