Diferencias que mantienen separadas a las iglesias Católica, Anglicana y otras confesiones cristianas no tienen que ver en rigor con Evangelio, sino que con pasiones humanaspor : Raúl G. Gutiérrez Valenzuela, editor del GRANVALPARAISO.CL(03/02/07)
MUCHOS AÑOS ATRÁS, cuando EE.UU. hervía con el debate sobre la discriminación racial y el líder negro Martin Luther King movilizaba a enormes masas en su lucha, no violenta, contra la discriminación instaurada por los blancos, Robert Kennedy, que estuvo a punto de ser Presidente de los EE.UU., tras el asesinato de su hermano John, escribió un estremecedor artículo cuyo título era: “¿Y si Dios fuera negro?” La pregunta podría formularse, poniendo como protagonistas a otros grupos que han sufrido intensa discriminación en el mundo occidental. Podríamos, por cierto, preguntar en EE.UU. hoy, “¿Y si Dios fuera musulmán?”
A la luz de la hostilidad, incluso criminal, que han sufrido por tanto tiempo, por parte de personas que se proclaman creyentes, cristianas, cabría también preguntarse “¿Y si Dios fuera homosexual?”
Algunos se niegan siquiera a imaginar que Jesucristo haya sido un hombre “normal” y que haya tenido relaciones sexuales con una o con varias mujeres. Sugerirlo, siquiera, representaba hasta hace algún tiempo, un verdadero sacrilegio; es cosa de recordar el impacto que provocó el film La Última Tentación de Cristo, en el que se plantea una relación amorosa entre Jesús y María Magdalena. Un escándalo que en realidad se desató mucho antes, ya que el film se basó en una notable novela del escritor griego Nikos Kazantzakis, un cristiano ortodoxo de cuya fe nunca nadie tuvo dudas.
El Evangelio no contiene ninguna alusión al tema de la homosexualidad. Desde la Antigüedad se conocen versiones de la estrecha amistad que existía entre Jesús y el discípulo amado, así tal cual lo presenta el Evangelio, el joven Juan, quien habría de ser después el autor del Apocalipsis, el libro con que se cierra la Biblia. La Última Cena de Leonardo Da Vinci presenta a Juan en una actitud más que cariñosa con Jesucristo.
DIFERENCIAS DE NINGUNA ENVERGADURA
Pero dejemos de lado estas disquisiciones para ir a lo que podría ser lo medular. Las iglesias Católica y Anglicana siguen separadas por problemas, que según han calificado sus jerarquías, son "de gran envergadura". Hilando un poco más fino, se descubre que ellas tienen que ver con el matrimonio de homosexuales y la admisión de mujeres al sacerdocio y el episcopado. Es decir, ambas partes reconocen a Jesucristo como Hijo de Dios, el enviado especial para reconciliar a los seres humanos con Dios Padre y llamarnos a vivir una vida plena, que se podrá materializar tras la existencia terrena.
Ambas confesiones, la católica y la anglicana, reconocen el Sermón de la Montaña como la cúspide de la sabiduría y lo que ha de guiar la conducta de quienes son seguidores de Cristo. Discrepan entonces, acerca de si las mujeres deben acceder o no al sacerdocio, tema acerca del cual Jesucristo no tuvo ninguna declaración explícita que haya sido recogida en los Evangelios, los cuales, a su turno, tampoco merecen la fe del carbonero, porque es bien sabido que fueron escritos años, e incluso décadas, después de la muerte de Cristo para públicos y con fines muy específicos. Cada uno de tales textos, que son muchos más que los cuatro reconocidos oficialmente, destacaron algunos aspectos de la personalidad y enseñanza de Jesús y comprensiblemente desecharon otros.
En una época en que no existía la mentalidad científica, técnica o positivista que impera en la actualidad, uno puede aproximarse al pensamiento de Cristo en estas materias considerando la forma en que trató a la mujer adúltera y a esa otra que había tenido siete maridos y que, además no era judía, sino samaritana y, por lo tanto, despreciada por los compatriotas de Jesús. También es elocuente el hecho de que al pie de la cruz estuvieron la Madre de Jesús y al menos un par de otras mujeres valerosas, que lo acompañaron hasta el final, a diferencia de lo que sucedió con sus apóstoles, con la sola excepción, precisamente de Juan, el discípulo amado. No deja de ser sorprendente, también, que según el relato evangélico, Cristo resucitado se manifestó en primer lugar a mujeres, pese que en la sociedad de entonces las féminas se encontraban en una situación de evidente menosprecio.
Todas las señales, pues, apuntan a que Jesucristo estaba en contra de esa discriminación. Y si bien no llamó a mujeres para que lo acompañaran en su vagabundeo sistemático durante tres años para predicar su Evangelio, es sabido que tenía amigas, y muy cercanas: María Magdalena y Marta y María, las hermanas de Lázaro.
En cuanto a los homosexuales, no existe ni la menor referencia en los Evangelios. Sin embargo, una pista inocultable es la actitud siempre abierta de Jesucristo respecto de los excluidos, partiendo por los pobres, los enfermos y en especial los leprosos, a quienes, violando las normas y disposiciones legales y sanitarias de la época, acoge y trata con especial cariño.
En consecuencia, sostener, como lo hace la Iglesia Católica, que Jesucristo deliberadamente optó por no aceptar a las mujeres en el sacerdocio constituye un abuso de confianza; lo mismo cabría afirmar respecto de la homosexualidad.
LEY DE DIOS Y MENTALIDADES HUMANAS
Otra cosa muy distinta, son las mentalidades que a lo largo de los siglos y milenios se han ido sedimentando en las sociedades y culturas y que han llevado a suponer que corresponden a la enseñanza evangélica o a la Ley de Dios. Si pensamos por tomar como Ley de Dios el Antiguo Testamento, mejor es que desechemos la tentación porque nos habla de un Dios vengativo, que no trepida en sacrificar a miles de inocentes para proteger a un pueblo escogido, supuestamente su favorito, en detrimento de todos los restantes. Un Dios sanguinario, un Dios demasiado hecho a imagen de pueblos de mentalidad pre-cristiana.
La Verdad es la que nos hará libres, proclama Jesús. Y la verdad es que entre las jerarquías católica y anglicana persisten diferencias sobre temas a los cuales ellas le otorgan significación, pero que no revisten mayor trascendencia desde el punto de vista de la fe y de los grandes principios que inspiran al cristianismo y que lo diferencian, categórica e intrínsecamente, de la mentalidad del neoliberalismo que nos está asfixiando ahora a los chilenos, al mundo occidental y, en buena medida, a buena parte del planeta.
Por lo tanto, los cristianos de una u otra denominación, católicos, anglicanos y podríamos agregar, por cierto, luteranos y bautistas y un gran etcétera deben presionar a sus jerarquías para que la corten algún día, ojalá cercano, con este escándalo de mantener divisiones que obedecen a proyecciones de sus propios temores, deficiencias hormonales o siquiátricas, antes que al texto y menos aún al espíritu de los Evangelios. Porque si uno examina el espíritu, más allá de la letra de los textos del Nuevo Testamento, y sobre todo el Evangelio, descubrirá que el sacerdocio o no de las mujeres, de los célibes o casados, y la vida íntima de los homosexuales son literalmente pelos de la cola.
La fuerza del Evangelio reside en la médula de sus enseñanzas, y no en esos aspectos francamente menores, al punto que uno puede, seriamente afirmar que si Jesús hubiera sido homosexual, eso no erosionaría en lo mas mínimo, no debilitaría ni siquiera en un ápice el valor y la fuerza del mensaje que Él trajo al mundo.
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ADVERTENCIA: Este artículo fue publicado en http://www.granvalparaiso.cl/religetic/jesus/pelosdelacola.htm. GRANVALPARAISO.CL es un diario electrónico de comentarios y opiniones sobre temas nacionales y locales, sujeto a permanente actualización, propiedad del periodista Raúl Gerardo Gutiérrez Valenzuela. Raúl Gutiérrez Valenzuela se tituló en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile en 1967, y ejerce como director y representante legal de este medio electrónico.
Obviamente, no compartimos todas las apreciaciones, opiniones y puntos de vista del periodista, que no escribe para entretener sino para provocar. Pero esta es una prueba más de que algunas cosas están cambiando en la sociedad chilena.